El debate historiográfico llamado “las guerras de la historia” se ha desarrollado en Australia respecto de las políticas hacia los pueblos originarios que emprendieron los colonizadores británicos a partir de 1788 y la Federación Australiana desde 1901.
In 1968, el antropólogo W. E. H, “Bill” Stanner habló del “Gran Silencio Australiano” al asegurar que la historia del país estaba escrita de manera incompleta, lo que vio como un proceso deliberado para omitir la presencia de los pueblos originarios en la formación del país.
A fines de la década de 1960, el historiador Henry Reynolds comenzó a estudiar la colonización australiana desde el punto de vista de los pueblos originarios en Australia y en la isla de Torres, ubicada entre el subcontinente y Nueva Guinea, descubriendo lo mismo que descubrieron los que tuvieron esta perspectiva en el resto del mundo colonizado: la brutalidad, el asesinato y el racismo.
En 1972, Reynolds publicó Aborigines and Settlers: the Australian Experience, 1788–1939, aunque la obra que va a pesar más en una nueva visión de la historiografía australiana sobre el tema fue The Other Side of the Frontier: Aboriginal Resistance to the European Invasion of Austrialia (1981).
Reynolds, a su vez, se hizo amigo de Eddie Mabo, un jardinero del estrecho de Torres que trabajaba en la James Cook University, donde enseñaba Reynolds. Esta amistad lo llevó a Mabo a emprender una larga pero decisiva batalla que terminó en 1992, cuando la Suprema Corte garantizó derechos a los pueblos originarios sobre la tierra. Lamentablemente, Mabo justo había muerto pocos meses antes de esa decisión.

Hasta aquí, todo parece una historia de triunfos por una buena causa. Pero no fue así.
La reacción conservadora no se hizo esperar. En 1993 el famoso (y reaccionario) historador Geoffrey Blainey llamó a la nueva historia desde los pueblos originarios “Black Armand” (el brazalete negro que se usaba en los velorios) para describir una visión de la historia exageradamente negativa, opuesta a la excesivamente positiva que llamó “Three Cheers View” (la visión que los convictos blancos que estuvieron entre los primeros pobladores de esa raza eran todos buenos). El término “Black Armand” fue usado por el entonces primer ministro, John Howard, y por los medios–particularmente los manejados por Murdoch–.
La naturaleza del debate comenzó a cambiar en 1999 con la publicación de un libro titulado Massacre Myth (Mito de la masacre) por el periodista Rod Moran, quien examinó la masacre del río Forrest en 1926 en Australia Occidental. Moran concluyó que la masacre era un mito inspirado en las falsas afirmaciones de un misionero (posiblemente como resultado de problemas de salud mental). El historiador principal de la masacre de Forrest River, Neville Green, describe tal masacre como probable pero no demostrable en la corte.
En 2002, el escritor y hombre de medios Keith Windschuttle escribió The Fabrication of Aboriginal History, una serie de tres volúmenes dedicados a negar la versión que él consideraba proindígena. Windschuttle dijo que la revisión del libro de Moran inspiró su propio examen del registro histórico más amplio. Windschuttle argumentaba que gran parte de la historia aborigen australiana, particularmente la escrita desde finales de la década de 1970, se basaba en el uso de evidencias cuestionables o poco confiables y en la tergiversación y fabricación deliberadas de pruebas históricas. Basó sus conclusiones en el examen de las pruebas citadas en los relatos históricos anteriores y denunció la existencia de documentos inexistentes, citas erróneas y “engañosamente selectivas” de documentos, así como de citas como prueba de que se habían producido determinados acontecimientos cuando su examen llegó a la conclusión de que no apoyaban esas afirmaciones.
Las interpretaciones históricas pasaron al debate político y dieron lugar a las “guerras culturales”, como ocurrió durante el largo gobierno del primer ministro del Partido Liberal John Howard entre 1996 y 2007: Howard sostuvo la posición antirevisión de la historia de los pueblos originarios.
John Howard
Lo que dijo Howard:
The ‘black armband’ view of our history reflects a belief that most Australian history since 1788 has been little more than a disgraceful story of imperialism, exploitation, racism, sexism and other forms of discrimination. … I believe that the balance sheet of our history is one of heroic achievement and that we have achieved much more as a nation of which we can be proud than of which we should be ashamed. In saying that I do not exclude or ignore specific aspects of our past where we are rightly held to account. Injustices were done in Australia and no-one should obscure or minimise them. … But … our priority should … [be] to commit to a practical program of action that will remove the enduring legacies of disadvantage.[John Howard. The Liberal Tradition: The Beliefs and Values Which Guide the Federal Government 1996 Sir Robert Menzies Lecture. Sir Robert Menzies Lecture Trust)
El debate se extendió a los museos (cómo tratar el pasado indígena) y a los programas de historia las escuelas secundarias.
En 2006, John Howard dijo en un discurso público que la “corrección política” estaba muerta en Australia, aunque “no deberíamos subestimar el grado en el cual la izquierda suave sigue actuando, especialmente en las universidades”.
Howard perdió las elecciones en 2007 y fue reemplazado por Kevin Rudd, del Partido Laborista: esto cambió el debate a nivel político. Rudd pidió disculpas oficialmente por la “Generación Robada”. A continuación, el Parlamento australiano pidió perdón.

Sin embargo, Rudd pidió que la visión de la historia australiana se alejara de la negatividad para que no hubiera polarización y dijo:
Time to leave behind us the polarisation that began to infect our every discussion of our nation’s past. To go beyond the so-called “black arm” view that refused to confront some hard truths about our past, as if our forebears were all men and women of absolute nobility, without spot or blemish. But time, too, to go beyond the view that we should only celebrate the reformers, the renegades and revolutionaries, thus neglecting or even deriding the great stories of our explorers, of our pioneers, and of our entrepreneurs. Any truthful reflection of our nation’s past is that these are all part of the rich fabric of our remarkable story ..
En 2003, el historiador australiano Stuart Macintyre publicó The History Wars, escrito con Anna Clark, un estudio de los antecedentes y argumentos en torno a los recientes desarrollos de la historiografía australiana, y concluyó que las Guerras de la Historia habían dañado la naturaleza de la historia objetiva de Australia. En la presentación de su libro, el historiador Stuart Macintyre destacó la dimensión política de estos argumentos y dijo que el debate australiano se basó en la controversia de Enola Gay en Estados Unidos. El libro fue lanzado por el ex primer ministro Paul Keating, quien aprovechó la oportunidad para criticar los puntos de vista conservadores de la historia australiana, así como a quienes los sostienen (como el entonces primer ministro John Howard), al decir que sufrían de “un fracaso de la imaginación”, y dijo que Las guerras de la historia “saca a relucir el lienzo de este debate.
Los críticos de Macintyre, como Greg Melluish (profesor de Historia de la Universidad de Wollongong), respondieron al libro declarando que Macintyre era un guerrero partidario de la historia y que “sus principales argumentos se derivan de la polémica pro-comunista de la Guerra Fría”.
La Generación Robada en el cine
Rabbit-Proof Fence (Cerca de la liberad) es una película dramática australiana de 2002 dirigida por Phillip Noyce basada en el libro Follow the Rabbit-Proof Fence de Doris Pilkington Garimara. Se basa en una historia real sobre la madre de la autora, Molly, así como sobre otras dos niñas aborígenes mestizas, Daisy Kadibil y Grace, que huyeron del asentamiento de nativos del río Moore, al norte de Perth, en Australia Occidental, para regresar con sus familias aborígenes, después de haber sido trasladadas allí en 1931. La película sigue a las niñas aborígenes mientras caminan durante nueve semanas a lo largo de 1.500 millas (2.400 km) de la valla australiana a prueba de conejos para regresar a su comunidad en Jigalong, mientras son perseguidas por las autoridades policiales blancas y un rastreador aborigen.
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