Jane Austen comenzó sus críticas a los historiadores desde muy chica. En 1791, cuando tenía quince años, escribió The History of England, una burla a los libros de historia tradicionales, cuyo estilo imita, a la vez que ridiculiza las pretensiones de los historiadores por alcanzar objetividad.
El libro fue ilustrado por los retratos en colores pintados por su hermana mayor Cassandra, a quien le dedica la obra.
Uno de sus mayores objetos de su sarcasmo era el libro de texto de Oliver Goldsmith (más valioso por su novela El vicario de Wakefield o por su poema La aldea abandonada,que por sus análisis históricos) The History of England, from the Reign of Herny 4 th to the Death of Charles I, publicado en 1771 y al que Jane Austen se tuvo que enfrentar.
La Jane Austen adolescente escribió, con una graciosa indicación de autoría “By a partial, prejudiced, & ignorant Historian”, The History of England from the reign of Henry the 4th to the death of Charles the 1st. Y agregaba, en la Nota Bene, N.B. There will be very few Dates in this History.
Enrique IV, el primer Lancaster (1399-1413)
El rey, que terminó con la dinastía normando Plantagenet, con sus intrigas, conspiraciones y rebeliones, fue inmortalizado por Shakespeare, como nos lo recuerda la escritora.
Y el dibujo que la hermana de Jane Austen hiciera del rey:
Nos dice Jane Austen:
“Enrique IV subió al trono de Inglaterra para su propia satisfacción en el año 1399, después de haber convencido a su primo y predecesor, Ricardo Segundo, para que se lo cediera, y se retirara por el resto de su vida al castillo de Pomfret, donde sucedió que fue asesinado. Es de suponer que Henry estaba casado, ya que ciertamente tenía cuatro hijos, pero no está en mi poder informar al lector quién era su esposa. Sea como fuere, no vivió para siempre, pero al enfermarse, su hijo el Príncipe de Gales vino y se llevó la corona; con lo cual, el Rey pronunció un largo discurso, para lo cual debo remitir al Lector a las Obras de Shakespeare, y el Príncipe hizo un silencio aún mayor. Las cosas que así se resolvieron entre ellos, el Rey murió, y fue sucedido por su hijo Henry, que había vencido previamente a Sir William Gascoigne”.
Enrique V: de la juerga a la conducción de estado (1413-1422)
Enrique V fue aún más inmortalizado por Shakespeare. Despúes de haber transformado su vida licenciosa y abandonado a sus amigos de farra (en la obra de Shakespeare muere Falstaff , un personaje clave en la obra del escritor, al que Harold Bloom llamó “Bloomstaff”), se dedica de lleno a la vida de monarca y decide reclamar el trono de Francia (el vencedor de Azincourt dice “Not king of England if not king of France” en la obra de teatro).
Y lo que nos dice Jane Austen:
“Este Príncipe, después de acceder al trono, se volvió completamente reformado y amable, abandonando a todos sus Compañeros disipados, y nunca más golpeando a Sir William. Durante su reinado, Lord Cobham fue quemado vivo, pero olvido para qué. Su Majestad luego dirigió sus pensamientos a Francia, donde fue y luchó en la famosa Batalla de Azincourt. Luego se casó con la hija del Rey, Catherine, una mujer muy amable de acuerdo con Shakespeare. A pesar de todo esto, murió y fue sucedido por su hijo Henry”.
Enrique VI: el rey idiota (1422-1461) y (1470-1471)
El sarcasmo de Jane Austen se profundiza con la figura de Enrique VI, el rey demente que gobernó en dos periodos interrumpidos por la Guerra de las Dos Rosas:
“No puedo decir mucho sobre el sentido común de este Monarca. Ni lo haría si pudiera, porque era un Lancaster. Supongo que sabes todo sobre las Guerras entre él y el Duque de York, que estaba en el lado correcto; si no lo haces, será mejor que leas otra historia, porque no haré mucha explicación de esto, es decir, solo lo hago para desahogar mi bazo (vent my spleen, es decir, expresar mi enojo) y mostraré mi odio a todas aquellas personas cuyas fiestas o principios no se ajustan a los míos, y no para dar información. Este Rey se casó con Margarita de Anjou, una mujer cuyas angustias e infortunios eran tan grandes que casi hacen que la odie por compasión. Fue en este reinado que Juana de Arco vivió e hizo una disputa entre los ingleses. No deberían haberla quemado, pero lo hicieron. Hubo varias batallas entre los de York y los de Lancaster, en los que los primeros (como deberían) suelen conquistar. Por fin fueron completamente superados; El Rey fue asesinado – y Edward Cuarto subió al Trono”.
Eduardo IV: la rosa blanca de York (1461-1470) y (1471-1483)
Eduardo IV, el rey batallador y el primero de la casa de los York, solo le resulta a Jane Austen una figura estética:
“Este monarca era famoso solo por su belleza y coraje, de los cuales la imagen que aquí le hemos dado de él, y su comportamiento impávido al casarse con una mujer mientras estaba comprometido con otra son pruebas suficientes. Su esposa era Elizabeth Woodville, una viuda que, ¡pobre mujer! fue confinada después en un convento por ese monstruo de iniquidad y avaricia Enrique VII. Una de las Amas de Eduardo fue Jane Shore, y escribió una obra de teatro sobre ella, pero es una tragedia y, por lo tanto, no merece la pena leerla. Habiendo realizado todas estas acciones nobles, su Majestad murió, y fue sucedido por su hijo”.
Eduardo V: el rey niño asesinado por su tío (1483)
La tragedia de Eduardo V, que fue rey solamente por dos meses y medio en 1483, hasta que su tío, Ricardo III, los asesinó en la Torre de Londres junto con su hermano Ricardo.
“Este desafortunado Príncipe vivió tan poco tiempo que nadie tuvo tiempo de dibujarlo. Fue asesinado por su tío, cuyo nombre era Ricardo Tercero”.
Ricardo III: ¿un monstruo o un monarca firme? (1483-1485)
En cuanto a Ricardo III, Jane Austen da una versión que se parece al revisionismo historiográfico actual, muy distinta de la de Shakespeare “A horse! A horse! My kingdom for a horse”.
“El carácter de este Príncipe ha sido, en general, muy tratado por los historiadores, pero como era un York, me inclino a suponerle un hombre muy respetable. De hecho, se ha afirmado con confianza que mató a sus dos sobrinos y su esposa, pero también se ha declarado que no mató a sus dos sobrinos, lo que me inclino a creer cierto; y si este es el caso, también se puede afirmar que no mató a su esposa, porque si Perkin Warbeck era realmente el duque de York, ¿por qué Lambert Simnel no podría ser la viuda de Richard? Ya sea inocente o culpable, no reinó durante mucho tiempo en paz, porque Enrique Tudor E. de Richmond, el villano más grande de todos los tiempos, hizo un gran alboroto por conseguir la corona y haber matado al rey en la batalla de Bosworth, lo que logró”.
Enrique VII: el primer Tudor o un rey poco interesante (1485-1509)
Sobre Enrique VII, el fundador de la dinastía Tudor, no parece merecer más que su casamiento, las alianzas matrimoniales de su hija y por engendrar sucesores nobles como los Estuardo y malvados, como Enrique VIII y, sobre todo, como la reina Isabel Tudor.
“Este monarca, poco después de su ascenso, se casó con la princesa Isabel de York, por la cual demostró claramente que creía que su propio derecho era inferior al suyo, aunque fingió lo contrario. Por este matrimonio tuvo dos hijos y dos hijas, la mayor de las cuales se casó con el Rey de Escocia y tuvo la felicidad de ser abuela de uno de los primeros personajes del Mundo (Jane Austen se refiere a Margarita Tudor, que sería abuela de James I, rey de Escocia e Inglaterra). Pero de ella, tendré ocasión de hablar más en general en el futuro. La más joven, María, se casó primero con el rey de Francia y luego con el D. de Suffolk, con quien tuvo una hija, luego la madre de Lady Jane Gray, quien, aunque inferior a su querida prima la reina de Escocia, era todavía una amable mujer joven y famosa por leer griego mientras otras personas estaban cazando. Fue en el reinado de Enrique VII que aparecieron Perkin Warbeck y Lambert Simnel antes mencionados, el primero de los cuales se estableció en Stocks, se refugió en Beaulieu Abbey, y fue decapitado con el conde de Warwick, mientras el último fue llevado a la cocina del rey. Su Majestad murió y fue sucedido por su hijo Enrique, cuyo único mérito fue que no era tan malo como su hija Isabel”.
Enrique VIII: el rey malvado (1509-1542)
Enrique VIII, del que se sabe tanto que Jane Austen pide sus excusas, es pintado como un rey cruel. Otro revisionismo.
“Sería una afrenta para mis lectores si supusiera que no están tan familiarizados con los pormenores del reinado de este Rey como yo. Por lo tanto, les estaré ahorrando la tarea de leer de nuevo lo que han leído antes, y yo mismo evito el problema de escribir lo que no recuerdo perfectamente, al dar solo un pequeño esbozo de los principales acontecimientos que marcaron su reinado. Entre ellos, el cardenal Wolsey le dijo al padre abad de Leicester Abbey que ‘había venido a poner sus huesos entre ellos’, la reforma en Religión, y el rey cabalgando por las calles de Londres con Ana Bolena. Sin embargo, es Justicia, y mi deber declarar que esta amable mujer era completamente inocente de los crímenes que la acusaban, de los cuales su belleza, su elegancia y su sagacidad eran pruebas suficientes, por no mencionar sus solemnes protestas de inocencia, la debilidad de los Cargos en su contra, y el Carácter del Rey, todos los cuales añaden alguna confirmación, aunque quizás sean leves cuando se comparan con los que antes se habían otorgado a su favor”.
“Aunque yo no pretendo dar muchas fechas, sin embargo, como creo apropiado dar algunas y por supuesto elegir aquellas que es más necesario que el Lector sepa, creo que es correcto informarle que su carta al Rey fue fechada el 6 de mayo. Los crímenes y las crueldades de este Príncipe fueron demasiado numerosos para ser mencionados, (como confío plenamente en esta historia) y nada se puede decir en su vindicación, sino que su abolición de las Casas Religiosas y dejándolos a las ruinosas depredaciones del tiempo ha sido de uso infinito para el paisaje de Inglaterra en general, lo que probablemente fue un motivo principal para hacerlo, ya que de otro modo, ¿por qué un hombre que no era de ninguna religión se molestaría en abolir una que se había establecido por siglos? La quinta esposa de Su Majestad fue sobrina del duque de Norfolk, quien, aunque universalmente absuelta de los crímenes por los que fue decapitada, se supone que fue abandonada por muchas personas antes de su matrimonio. De esto, sin embargo, tengo muchas dudas, ya que ella era pariente de ese noble duque de Norfolk, que era tan cálido en la causa de la reina de Escocia, y que finalmente fue víctima de ello. La última esposa del Rey se las arregló para sobrevivir, pero con dificultad lo afectó. Fue sucedido por su único hijo Eduardo”.
https://www.quora.com/How-was-King-Henry-VIII-a-dictator
Eduardo VI: un rey menos interesante que Robert Devereux, II conde de Essex (1547-1553)
“Como este príncipe tenía solo nueve años en el momento de la muerte de su padre, muchas personas lo consideraban demasiado joven para gobernar, y al difunto rey que le da la misma opinión, el hermano de su madre, el duque de Somerset, fue elegido protector del reino durante su minoridad. Este hombre era, en general, un personaje muy amable, y es algo así como mi favorito, aunque de ninguna manera pretendería afirmar que era igual a los primeros hombres como Robert Earl de Essex, Delamere o Gilpin. Fue decapitado, de lo que podría haberse enorgullecido, si hubiera sabido que tal era la muerte de María Reina de Escocia; pero como era imposible que él debería ser consciente de lo que nunca había sucedido, no parece que se sintiera particularmente complacido con la manera en que lo hizo. Después de su fallecimiento, el duque de Northumberland tuvo el cuidado del Rey y el Reino, y realizó su confianza en ambos tan bien que el Rey murió y el Reino quedó en manos de su nuera, Lady Jane Gray, quien ya ha sido mencionada como leyendo griego Si ella realmente entendió ese lenguaje o si tal estudio procedió solo de un exceso de vanidad del que yo creo que siempre fue bastante notable, es incierto. Cualquiera que sea la causa, ella conservó la misma apariencia de conocimiento, y desprecio de lo que generalmente se consideraba placer, durante toda su vida, porque ella se declaró disgustada con ser nombrada reina, y mientras conducía al patíbulo, ella escribió una oración en latín y otra en griego al ver el cadáver de su esposo muerto accidentalmente pasando por allí”.
María Tudor: ¿Bloody Mary? (1553-1558)
Una reina no tan mala. Y, sin dudas, menos mala que Isabel. Qué lejos está la descripción de Jane Austen de la de “Bloody Mary”.
“Esta mujer tuvo la buena suerte de alcanzar el trono de Inglaterra, a pesar de las pretensiones superiores, mérito y belleza de sus primas Mary Reina de Escocia y Jane Gray. Tampoco puedo compadecer al Reino por las desgracias que experimentaron durante su Reinado, ya que se lo merecían, por haberle permitido suceder a su hermano, lo cual era una doble falta de locura, ya que podrían haber previsto que, como ella murió sin hijos, ella sería reemplazada por esa desgracia para la humanidad, esa plaga de la sociedad, Isabel”.
“Muchas fueron las personas que cayeron mártires de la religión protestante durante su reinado; Supongo que no menos de una docena. Se casó con Felipe, rey de España, quien en el reinado de su hermana por [sic], famoso por la construcción de las Armadas. Murió sin problemas, y entonces llegó el terrible momento en que el destructor de toda comodidad, el engañador Traidor de confianza, reposó en ella, y la Asesina de su primo tuvo éxito en el trono”.
Isabel I, la peor de todas (1558-1603)
La reina merece el comentario más largo de la historia de Jane Austen. Un comentario lapidario, mientras rescata a Mary, reina de los escoceses.
“Fue la desgracia peculiar de esta mujer tener malos ministros: ya que ella misma era malvada, no podía haber cometido un desatino tan extenso, si esos varoniles viles y abandonados no hubieran sido confabulados con ella y la hubieran alentado en sus crímenes. Sé que muchas personas afirman y creen que Lord Burleigh, Sir Francis Walsingham y el resto de los que ocuparon las oficinas de Estado fueron merecedores, experimentados y capaces ministros. Pero oh! cuán cegados deben estar esos escritores y lectores frente al verdadero mérito, al mérito despreciado, descuidado y difamado, si pueden persistir en tales opiniones cuando reflejan que estos hombres se jactaron de que eran tales escándalos para su país y su sexo como para permitir y ayudar a su Reina a confinar por espacio de diecinueve años, una mujer que si los reclamos de relación y mérito no sirvieron de nada, pero como Reina y como condescendiente para depositar confianza en ella, tenía todas las razones para esperar asistencia y protección; y al final al permitir a Elizabeth llevar a esta amable mujer a una muerte prematura, inmerecida y escandalosa. ¿Puede alguien si reflexiona por un momento sobre esta mancha, esta mancha permanente sobre su entendimiento y su carácter, permitir cualquier alabanza a Lord Burleigh o Sir Francis Walsingham? ¡Oh! ¿Qué tiene que ver esta encantadora princesa cuyo único amigo era el duque de Norfolk, y cuyos únicos ahora son el señor Whitaker, la señora Lefroy, la señora Knight y yo, que fue abandonada por su hijo, confinada por su primo, maltratada, reprochada y vilipendiada por todo, ¡qué no debe haber sufrido su mente más noble cuando se le informó que Elizabeth había dado órdenes para su muerte? Sin embargo, ella lo soportó con una fortaleza muy firme, firme en su mente; constante en su religión; y se preparó para enfrentar el cruel destino al que estaba condenada, con una magnanimidad que solo podía provenir de la Inocencia consciente. Y, sin embargo, ¿podría usted, lector, haber creído posible que algunos protestantes endurecidos y celosos la hubieran acusado por su firmeza en la religión católica, que reflejaba tanto crédito en ella? Pero esta es una prueba sorprendente de sus estrechas almas y prejuicios de que la acusan. Fue ejecutada en el Gran Salón en el Castillo de Fotheringay (¡Lugar sagrado!) El miércoles 8 de febrero – 1586, en el eterno reproche de Isabel, sus Ministros y de Inglaterra en general. Puede que no sea innecesario antes de concluir por completo mi descripción de esta desdichada Reina, observar que ella había sido acusada de varios crímenes durante el tiempo de su reinado en Escocia, de lo cual ahora le aseguro seriamente a mi Lector que ella era completamente inocente; nunca ha sido culpable de nada más que imprudencias en las que fue traicionada por la apertura de su corazón, su juventud y su educación. Habiendo confiado en esta certeza que elimina por completo todas las sospechas y todas las dudas que pudieran haber surgido en la mente del lector, según lo que otros historiadores han escrito de ella, mencionaré los acontecimientos restantes que marcaron el reinado de Isabel. Fue en esta época que sir Francis Drake, el primer navegante inglés que navegó alrededor del mundo, vivió, para ser el adorno de su país y su profesión. A pesar de lo grandioso que fue, y justamente celebrado como un marinero, no puedo evitar prever que será igualado en este o en el próximo siglo por alguien que aunque ahora sea joven, ya promete responder a todas las ardientes y sanguíneas expectativas de sus relaciones y amigos, entre los que puedo clasificar a la amable señora a quien está dedicada esta obra (Miss Austen , hija mayor del reverendo George Austen), y mi no menos afable Ser.
Aunque de una profesión diferente, y brillando en una esfera diferente de la vida, pero igualmente conspicuo en el carácter de un Conde, como Drake fue en el de un marinero, fue Robert Devereux Lord Essex. Este desafortunado joven no era diferente en carácter a ese igualmente desafortunado Frederic Delamere. El símil puede llevarse aún más lejos, y Elizabeth, el tormento de Essex, puede compararse con el Emmeline de Delamere. Sería interminable contar las desgracias de este noble y galante conde. Basta decir que fue decapitado el 25 de febrero, después de haber sido Lord Lieutenant de Irlanda, después de haber aplaudido su espada y de haber realizado muchos otros servicios a su país. Elizabeth no sobrevivió por mucho tiempo a su pérdida, y murió tan miserable que si no fuera una lesión en el recuerdo de María, debería sentir lástima por ella”.
El juicio sobre James o Jacobo I (1603-1625)
“Aunque este Rey tenía algunas fallas, entre las cuales, y como la más importante, era que él permitiera la muerte de su madre, aunque consideradas en conjunto, no puede dejar de gustarme. Se casó con Ana de Dinamarca y tuvo varios hijos; afortunadamente para él, su hijo mayor, el príncipe Enrique, murió ante su padre o pudo haber experimentado los males que le sucedieron a su desafortunado hermano.
Como yo soy parcial en cuanto a la religión católica romana, con infinito pesar me veo obligada a culpar al comportamiento de cualquier miembro de ella. Sin embargo, siendo verdad que creo que es muy excusable en un historiador, me es necesario decir que en este reinado los católicos romanos de Inglaterra no se comportaron como caballeros ante los protestantes. Su comportamiento en la Familia Real y ambas Cámaras del Parlamento podrían ser consideradas por ellos como muy inciviles, e incluso Sir Henry Percy, sin duda el mejor hombre del partido, no tenía esa cortesía general que es tan universalmente agradable, ya que sus atenciones se limitaban por completo a Lord Mounteagle.
Sir Walter Raleigh floreció en este y en el reinado precedente, y es celebrado por muchas personas con gran veneración y respeto. Pero como era un enemigo del noble Essex, no tengo nada que decir en alabanza de él, y debo referirme a todos aquellos que puede desear conocer los detalles de su Vida, a la obra de crítica del Sr. Sheridan, donde encontrarán muchas anécdotas interesantes tanto de él como de su amigo Sir Christopher Hatton. – Su Majestad era de esa disposición amable que se inclina a la amistad, y en tales puntos poseía una penetración más aguda en descubrir el mérito que muchas otras personas. Una vez escuché una excelente charada sobre una alfombra, cuyo tema ahora me recuerda, y como creo que puede proporcionar a mis Lectores algo de diversión para descubrirlo, me tomaré la libertad de presentárselo.
Mi primera es la segunda que hice con el Rey Jaime I, y pisas mi totalidad (My first is what my second was to King James the 1st, and you tread on my whole).
Los principales favoritos de su Majestad fueron Car, que más tarde fue nombrado conde de Somerset y cuyo nombre tal vez pueda tener alguna participación en la antes mencionada charada, y luego George Villiers duque de Buckingham. A la muerte de Su Majestad, fue sucedido por su hijo Carlos”.
Carlos I: Jane Austen sale al rescate del amable monarca (1625-1649)
“Este amable monarca parece haber nacido para haber sufrido desgracias iguales a las de su encantadora abuela; desgracias que no podía merecer ya que él era su descendiente. Nunca antes había habido tantos personajes detestables en Inglaterra como en este período de su historia; nunca fueron los hombres amables tan escasos. El número de ellos en todo el reino asciende solo a cinco, además de los habitantes de Oxford que siempre fueron leales a su Rey y fieles a sus intereses. Los nombres de estos cinco nobles que nunca olvidaron el deber del Sujeto, o se desviaron de su apego a Su Majestad, fueron los siguientes: el propio Rey, siempre firme en su propio apoyo: el Arzobispo Laud, el Conde de Strafford, el Vizconde Faulkland, y Duque de Ormond, que era apenas menos extenuante o celoso en la causa. Mientras que los villanos de la época harían una lista demasiado larga para ser escrita o leída; por lo tanto, me contentaré con mencionar a los líderes de la Pandilla. Cromwell, Fairfax, Hampden, y Pym pueden ser considerados como los causantes originales de todos los disturbios, angustias y guerras civiles en los que Inglaterra estuvo involucrada por muchos años. Tanto en este reino como en el de Isabel, a pesar de mi apego al escocés, estoy obligado a considerarlos igualmente culpables de la generalidad de los ingleses, ya que se atrevieron a pensar de manera diferente a su soberano, a olvidar la adoración que, como Estuardo, era su deber pagarles, rebelarse, destronar y encarcelar a la desafortunada María; oponerse, engañar y vender al no menos desafortunado Carlos. Los eventos del reinado de este monarca son demasiado numerosos para mi pluma, y el recital de cualquier evento (excepto lo que hago yo) no me interesa; mi principal razón para emprender la Historia de Inglaterra es demostrar la inocencia de la Reina de Escocia, que me halaga a mí mismo por haber hecho efectivamente, y abusar de la descripción de Isabel, aunque temo haberme quedado corta en la última parte de mi esquema. Como, por lo tanto, no es mi intención dar ninguna explicación particular de las angustias en que se vio envuelto este Rey por la mala conducta y crueldad de su Parlamento, me aseguraré de reivindicarlo del reproche del Gobierno arbitrario y tiránico con el que a menudo ha sido acusado. Esto, creo, no es difícil de hacer, ya que con un argumento estoy seguro de satisfacer a todas las personas sensatas y bien dispuestas cuyas opiniones han sido guiadas adecuadamente por una buena educación, y este argumento es que él era un Estuardo”.
La historia de los historiadores es aburrida, a pesar de ser casi toda una fantasía
Jane Austen volvió sobre su crítica a la historia escrita en su tiempo en Northanger Abbey, que fue publicada después de su muerte en 1817.
En la escena del campo en que conversan Catherine, Miss Tilney y Henry, se produce un intercambio de ideas sobre la historia. Dice Catherine a Henry:
—También me gustan la poesía, las obras dramáticas y, en ocasiones, las narraciones de viajes, pero, en cambio, no siento interés alguno por la historia, la historia solemne. ¿Y usted?
—Pues a mi me encanta la historia.
—Quisiera poder decir lo mismo; pero si alguna vez leo historia es por obligación. No encuentro en ella nada de interés, y acaban por aburrirme las eternas peleas entre los papas y los reyes, las guerras y las epidemias y otros males de que están llenas sus páginas. Los hombres me resultan casi siempre estúpidos, y de las mujeres apenas si se hace mención alguna. Francamente: me aburre todo ello, al tiempo que me extraña que sea tan aburrida, porque la historia debe ser en gran parte pura invención. Los dichos de los héroes y sus hazañas no deben de ser verdad, sino imaginados, y lo que me interesa precisamente en otros libros es lo irreal.
—Por lo visto —dijo Miss Tilney—, los historiadores no son afortunados en sus descripciones. Muestran imaginación, pero no consiguen despertar interés; claro que eso en lo que a usted se refiere, porque a mí la historia me interesa enormemente. Acepto lo real con lo falso cuando el conjunto es bello. Si los hechos fundamentales son ciertos, y para comprobarlos están otras obras históricas, creo que bien pueden merecernos el mismo crédito que lo que ocurre en nuestros tiempos y sabemos por referencia de otras personas o por propia experiencia. En cuanto a esas pequeñas cosas que embellecen el relato, deben ser consideradas como meros elementos de belleza, y nada más. Cuando un párrafo está bien escrito es un placer leerlo, sea de quien sea y proceda de donde proceda, quizá con mayor placer siendo su verdadero autor Mr. Hume o el doctor Robertson y no Caractus, Agrícola o Alfredo el Grande.
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