Estacio el poeta inescrupuloso adulador de Domiciano, ¿o un historiador revisionista?

Estacio el poeta inescrupuloso adulador de Domiciano ¿o un historiador revisionista?

El poeta Publio Papinio Estacio (45-96), le dedicó su poema épico la Tebaida al emperador Domiciano, que gobernó entre los años 81 y 96. El poema–inspirado en la Eneida de Virigilio, con la misma estructura de doce libros y sus hexámetros–fue publicado en medio del reinado del emperador (alrededor de los años 91 o 92).
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Dedicada a Domiciano y dedicada a narrar la guerra de los Siete contra Tebas y la lucha fratricida entre Eteocles y Polinices, ya en la octava estrofa del Libro I, dice, refiriéndose al emperador:
“Y tú, gloria de Italia, que a su fama
nuevo esplendor y nueva luz aumentas,
y al valor de tu padre, que te llama,
no menos digno hijo te presentas;
de ti, que de su estirpe clara rama,
en las hazañas imitarle intentas,
imperio eterno Roma te desea
y que un monarca solo en ti posea.
Y aunque, señor, te ofrezcan las estrellas,
lugar entre los rayos que despiden,
y porque quepa tu grandeza en ellas,
la tuya estrechen si a la suya impiden, (…)
Y aunque Apolo su clara luz serena
te comunique al fin tan igualmente,
que los rayos que adornan su melena
imprima por diadema de tu frente, (…)
contento goza el cetro merecido,
poderoso señor de mar y tierra,
y al cielo vuelve el don que te ha ofrecido,
que no en aqueste honor tu honor se encierra,
y tiempo habrá que yo, más instruido,
cantando hazañas en ajena guerra,
las tuyas cante en laureada trompa,
que con fuerza mayor los aires rompa”.
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La figura de Domiciano pasó a la historia como un cruel y delirante déspota; hasta se sugirió que habría envenenado a su hermano mayor, el popular emperador Tito, para suplantarlo.  Tácito, Suetonio y Plinio el joven lanzaron esa versión en su tiempo y marcaron su diferencia con los Cinco Buenos Emperadores que le sucedieron (Nerva el moderado, Trajano, Adriano, Antonino Pio y Marco Aurelio). 
Theodor Mommsen, al describirlo como sombrío e inteligente, le agregaba un matiz a su consabida crueldad. Y el Essai sur le règne de l’empereur Domitien (1893), de Stéphane Gsell, volvía sobre la misma idea.
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Sin embargo, la historiografía revisionista lo ha venido rescatando desde hace casi 90 años como un integrante con toda la gloria del “Renacimiento Flavio” (con su padre Vespasiano y con su hermano Tito) y como el pilar de la prosperidad de la Pax Romana que vivió el imperio en el siglo II.
La primera reivindicación vino del lado de la historia económica. El historiador neozelandés Ronald Syme–que escribiría La Revolución romana en 1939–publicó en 1930 el artículo “The Imperial finances under Domitian, Nerva and Trajan”, en The Journal of Roman Studies, donde destacaba la positiva política financiera de Domiciano (por ejemplo, le agregó plata al denario devaluado para aumentar su valor y la moneda llegó a valores que no volvería a alcanzar hasta el solidus de Constantino) y comienza diciendoLa labor de la pala y el uso del sentido común han hecho mucho por mitigar la influencia de Tácito y Plinio, así como por rescatar la memoria de Domiciano de la infamia o el olvido. Sin embargo, aún queda mucho por hacer”.
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La historiografía revisionista de Domiciano alcanzó un momento importante con la publicación, en 1992, de The Emperor Domitian, escrita por Brian W. Jones, quien concluye con una visión de un emperador tan despiadado como eficiente autócrata. Este historiador afirma que durante la mayor parte de su reinado no existió un sentimiento hostil generalizado hacia el emperador o hacia su administración. Solo unos pocos fueron los que denunciaron su dureza; los mismos que a su muerte serían los que se atreverían a exagerar su despotismo a fin de obtener el favor de la dinastía Antonina​.

Jones rescataba fuertemente  la política exterior del emperador, a la que juzgaba como realista: rechazaba la guerra expansionista y se inclinaba por negociar tratados con sus enemigos; de ese modo se rompía con la tradición militar romana, que llamaba a la conquista de nuevos territorios mediante ataques violentos.

Por otra parte, los estudios de Jones  sostienen que cesaron las persecuciones desarrolladas sobre las minorías religiosas, incluso sobre judíos y cristianos. Para llegar a esa conclusión,  se limita a descalificar todas las fuentes anteriores, sin aportar ninguna que implique una acción positiva de parte de Domiciano a favor de una tolerancia religiosa. Una de las razones que habilita sospechas razonables sobre el alcance de la tolerancia de Domiciano era su propio carácter, descrito por el mismo Jones. La personalidad de Domiciano, los elementos totalitarios que exhibía su administración en general y su nuevo título de “señor y dios “, más la deificación de tres miembros de su familia, no parecen indicar que fuera tan tolerante.

Domiciano se autonombró censor perpetuo y controló la moral pública y privada. También se implicó personalmente en todas las ramas de su administración, haciendo que cesara la corrupción existente entre los funcionarios públicos. Lo malo de su censura es que implicaba una total anulación de la libertad de expresión; además, durante su reinado mantuvo una opresiva actitud hacia los senadores. Se penaba la difamación con el exilio o la muerte, aunque a consecuencia de su naturaleza sospechosa aceptaba información de delatores a fin de formular falsas acusaciones de traición sobre sus enemigos.

 

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