Como nos ha demostrado el profesor Roger Ekirch, nuestra memoria milenaria del dormir fue interrumpida por la llegada del capitalismo.
Antes de la revolución industrial el sueño nocturno era segmentado: a la cama a las diez de la noche con un primer sueño que terminaba a la una de la mañana, una gran actividad de vigilia, hasta que llegaba el segundo sueño a las cuatro o cinco de la mañana.
La revolución industrial forzó cambios en las costumbres para adaptarse a los nuevos ritmos de trabajo. Uno de ellos fue el ritmo del sueño. En un extraordinario libro que (increíblemente) no ha sido traducido “At Day’s close: Night in the past” (La noche en el pasado) Nueva York y Londres, Norton 2005, Roger Ekirch revela, después de una investigación que le llevó dieciséis años de trabajo, cómo dormíamos antes de la revolución industrial.
Su libro utiliza más de 500 referencias de patrones de sueño segmentados, que encontró en diarios, libros de medicina y literatura y notas de tribunales, desde La Odisea de Homero hasta reseñas antropológicas de tribus modernas en Nigeria.
“Lo relevante no es sólo una cantidad de referencias, es la manera en la que ellas se refieren a ese hecho, como si fuera algo conocido por todos”, dice Ekirch.
Durante el periodo de vigilia, esas personas estaban bastante activas. A menudo se levantaban, iban al baño, fumaban y algunos incluso visitaban a los vecinos. La mayoría de las personas se quedaban en la cama, leían, escribían y rezaban.
Innumerables manuales de oraciones de finales del siglo XV ofrecían plegarias especiales para las horas de vigilia.
Y esas horas no eran completamente solitarias. La gente solía hablar con sus compañeros de cama o tener relaciones sexuales.
Un manual médico francés del siglo XVI incluso aconsejaba a las parejas que el mejor momento para concebir no era al final de un largo día de trabajo, sino “después del primer sueño”, cuando “se disfruta más y se hace mejor”.
Ekirch descubrió que las referencias al primer y segundo sueño empezaron a desaparecer a finales del siglo XVII. Esta tendencia se inició en las clases altas de Europa del norte y a lo largo de 200 años se filtró al resto de la sociedad occidental.
Ya en 1920, la idea de un primer y segundo sueño había desaparecido por completo del imaginario colectivo.
Una de las razones de este cambio, según el experto, se debió a las mejoras en el alumbrado público, la llegada de la electricidad a las casas y la proliferación de salones de café, que en ocasiones estaban abiertos toda la noche.
Los hallazgos de Roger Ekirch podrían extenderse a otras regiones, si se realizaran investigaciones sobre el tema. En el Quijote, por ejemplo, Cervantes se refiere al sueño segmentado.
“Cumplió don Quijote con la naturaleza durmiendo el primer sueño, sin dar lugar al segundo; bien al revés de Sancho, que nunca tuvo segundo, porque le duraba el sueño desde la noche hasta la mañana, en que se mostraba su buena complexión y pocos cuidados.”
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Capítulo LXVIII. De la cerdosa aventura que le aconteció a don Quijote.
Hoy, la mayoría de las personas parecen haberse adaptado bastante bien a dormir ocho horas, pero Ekirch cree que muchos de los problemas del sueño tienen sus raíces en la preferencia del cuerpo humano por segmentar el sueño, así como en la omnipresencia de la luz artificial.
Esto, sugiere, podría ser el origen de un trastorno llamado “insomnio de mantenimiento”, en el que los afectados se despiertan durante la noche y tienen problemas para volverse a dormir.
Esa condición fue descrita por primera vez en la literatura de finales del siglo XIX, al tiempo que el sueño segmentado desaparecía.
“Durante la mayor parte de nuestra evolución hemos dormido de una manera determinada”, señala el psicólogo del sueño Gregg Jacobs. “Despertarse durante la noche es parte normal de la psicología humana”.
La idea de que debemos de dormir en un único bloque podría ser perjudicial, dice, si eso hace que la gente se despierte por la noche ansiosa. Esa ansiedad, agrega, puede impedir a algunos volver a dormirse y es posible que se extienda al resto de la vida.
Russel Foster, profesor de neurociencia circadiana (sobre el reloj biológico) en la Universidad de Oxford comparte ese punto de vista.
“Muchas personas se despiertan por la noche con pánico”, afirma. “Les digo que lo que experimentan es una reminiscencia del patrón de sueño partido”.
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